jueves, 10 de noviembre de 2011

LADY GAGA: UN GENIO EN EL CAMINO (primera parte)







I


Pocos sospechábamos que algo notable pudiera surgir de aquella performer de cabello lacio y platinado de disforzados happenigs y pop electrónico que en el año 2008 había visto su nombre posicionarse en las listas de éxitos. Su música y persona eran interesantes pero no arrolladoras ya que manifestaban la sorprendente desesperación creativa de una mujer de pequeño cuerpo, voz admirable y poses de extravagancia nada despreciables que no era bella e intentaba suplir la supuesta carencia con talento.








Pero el éxito y el desprecio iban de la mano. Y desde niña Steffani Joanne Angelina Germanotta, su nombre verdadero, iba como un péndulo desde la estimulante familia italoamericana que incentivaba su insaciable apetito musical, hasta su igualmente estimulante instinto autodestructivo.


Con ese instinto dentro sus compañeros de escuela sienten, instintivamente también, aquella diferencia
fundamental y es aquella época en la que Gaga recuerda ser víctima del “bullyng” que en una personalidad como la de ella tan altisonante pero, al mismo tiempo, necesitada de aceptación provoco heridas aparentemente aún abiertas.








Pianista  y cantante desde la temprana infancia Steffani siente una irresistible atracción por lo brillante, por el accesorio plástico, falso y refulgente que luce ante el espejo y el gesto dramático al tocar su instrumento o cantar. De esa manera su performance, ya sentida por Dawn Lawrence, su maestro de canto que le impulso a escribir canciones al percibir su instinto creativo innato, se retuerce hasta convertirse en una parodia sacralizada, si se quiere, de un personaje excesivo en ciernes.










Motivo o pretexto Steffani abandona sus estudios en la prestigiosa Tisch School of Arts para sumergirse en el Lower East Side de Nueva York y, según sus palabras, "lamer el suelo" que su protectora y tradicional familia no dejaba que vislumbrara por obvias razones. Su estricta educación católica en El Convento del Sagrado Corazón de Jesús en Nueva York le había dotado de nuevos artefactos de autoflagelación. Iba desde una voracidad femenina por el exhibicionismo y el alcohol y las drogas hasta el arrepentimiento y la oración que la pasión de sus ocasionales amantes solo ahondaban. Las crisis resultantes alimentaban esta ansia por la autoconmiseración y la rabia proteica que ya exhibía en escena desde sus primeros pasos en audiciones fallidas y la banda en la que figuraba ya como músico y cantante principal ante un público perplejo que no sabía si admirar el ostentoso talento de la desconocida artista u odiar su desfachatez de diva pretensiosa.










Fue Lady Starlight quien introdujo en su persona el bicho inmenso del exhibicionismo más atroz y juntas crearon espectáculos de "burlesque" en los cuales el exceso rebasaba toda medida rozando la vulgaridad más colorida y desenfadada. Llamada ya “Lady Gaga” como apodo y caracterización autoinflingida de una nueva personalidad en su vida diaria y el escenario, entra en contacto con su carrera musical profesional componiendo para otros artistas de su casa disquera forzados temas pop que solo cuajan en ella misma gracias a su misma desesperación por realizar o materializar su fantasía.


Dice sentirse ya famosa antes de serlo o lo que llama “la fama interior” de una chica, niña y adolescente desbordante en expresiones e ideas, en imágenes y melodías, en parodias y ceremonias. El teatro, el canto, las películas y los álbumes de su infancia, sus pasiones y sus miedos, excesos y evocaciones se daba cita no tanto en sus canciones como en su misma forma de comportarse sobre una tarima con dos bailarinas de escolta en aquellos primeros momentos de promoción profesional.


Jamás olvida sus grandes influencias: el glam rock de David Bowie, la fuerza de Bruce Springsteen, la melodía cautivante de Elthon John, los Beatles y los colosos del pop Madonna y Michael Jackson.






Se daba cuenta acaso que lo que hacía promocionando aquellas canciones de pop edulcorado y comercial pudiera permitirle en un futuro cercano la inyección de su savia más auténtica hacia un público masivo. Pero acaso no presentía que el impacto fuera de aquella magnitud. Sus singles Poker Face y Just Dance escalan hacia lo mas alto de las listas de preferencias, la crítica elogia su álbum debut y este se convierte en el mas vendido del año 2009.




The Fame (2008) había sido entonces providencial. Un álbum en el cual el proceso de masificación sucede tal y como el álbum lo describe y con las herramientas recurrentes en cualquier suceso comercial del pop.

Ordinario y extraordinario al mismo tiempo The Fame es la herramienta precisa que Lady Gaga estaba esperando. Le permitía actuar cientos de veces en los lugares mas diversos del mundo. Con el pretexto de la promoción Lady Gaga se retrotrae a los espectáculos de burlesque que perpetraba con Lady Starlight pero despojándolo de todo lo urbano o suburbano y dotándolo de las luces, el fashionismo y la espectacularidad ante la imposibilidad de exhibir aún la sexualidad; otro componente vital de su anima estética.

Prisionera del formato pop platinado y edulcorado de sus canciones Lady Gaga, impulsada por su voracidad animal y su desbordante personalidad, se ve obligada a cambiar… y lo hace frente a su público.






Canta y toca el piano; se mueve y manifiesta con la teatralidad necesaria para fijar su persona en la mente del inconsciente colectivo. Si Just Dance y Poker Face son los grandes hits radiales es Paparazzi la canción que ostenta su temprana genialidad musical. Tan celebrada como menospreciada Lady Gaga impone un carisma fenomenal al tema y lo convierte en el punto más oscuro del álbum con su estribillo inimitable y su retorcido interior que el video de Jonas Akerlund puede, felizmente, recrear visualmente.



Paparazzi es su primer “video concepto” convirtiendo a los anteriores en meras producciones de rigor baratas y prescindibles con locaciones propias de formatos hip hop y carencia absoluta de línea argumental. Con este video Lady Gaga empieza a concluir el periplo extenso que la hizo emerger desde los oscuros y sudorosos bares neoyorkinos hasta la cima comercial y popular como un ente distinto y particular.





Pero es actuando en donde Lady Gaga adquiere su sino. Empieza por erigir un formato de actuación standard con los temas que suenan en las radios de todo el mundo y el trabajo constante hace que se canse prontamente de decir lo mismo de la misma forma. The Haus of Gaga, el taller creativo que había forjado con sus amigos y mentes afines en carácter y estética se convierte entonces en un laboratorio de primer orden dentro del mainstream mundial. El "brainstorm" constante ante una Lady Gaga más insaciable que nunca y con una capacidad de trabajo imposible de superar establece un cambio que satisface los más delirantes caprichos de la diva mundial. Trajes, escenarios, coreografías, artilugios escénicos, maquillajes y parafernalias mil pasan ante los ojos deslumbrados de aquella mujer que de niña colgaba en su pequeño cuello los collares de perlas falsas de su madre ante el espejo. Era un proceso de recrear con aquellos juguetes de adultos la experiencia infantil convirtiéndose ella misma en un lienzo en blanco en el que la alta costura y el vanguardismo más desbocado encontraran su lugar y propósito.








Armada con estos recursos visuales sus performances se hacían cada vez más impredecibles. Poker Face se convierte, en el show de Paul O`Grady (2009) en un evento de extremada colisión entre el canto al piano y el dubstep electrónico del tema. Parecía encarnar en sí una transformación en proceso, una evolución de jazz pervertido con el pop más vacuo y espectacular. Este proceso germinaría en su mente estimulada por la Haus of Gaga en una nueva forma de expresar sus irreprimibles y delirantes ansias de exceso y abandona las luces, el vidrio y el brillo por el negro profundo.










Continuará...













Jafet Botton Arbañil